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martes, 17 de abril de 2012

Última salida con el cursillo! Buitrago de Lozoya

Como bien dice el título hoy hicimos nuestra última salida, y la realizamos a un lugar memorable desde luego!



 Asi que hoy abriremos una ventana ha este fantástico lugar.
Os propongo realizar conmigo este viaje a través de esta ventana, dónde miraremos un paraje único, que ha sido testigo de los azares del tiempo.
Recorreremos sus empedradas calles, siendo transportados a épocas remotas dónde esas calles eran pisadas con los pies descalzos, con sandalias, con zuecos, con zapatos y deportivas. Recibiendo a veces besos de los descuidados que tropezaban al suelo. O siendo cama de los que fueron desprovistos de ella.

Os propongo que hoy seamos pues viajeros de la historia, y nos dejemos transportar a Buitrago de Lozoya, un pueblo en el que se congeló a la historia, detuvieron el paso del tiempo de sus murallas, de su iglesia, de su castillo y del mismísimo aire del medievo.


Nuestra visita comienza llegando a la sierra, un lugar dónde las nubes se quedan ancladas en el suelo, para acariciarlo con su velo, temiendo descubir las cumbres de la montaña, quizás por miedo a que desaparezca la blanca nieve. Así pues con su manto protector cual madre y su hijo dejan entrever un bello paraje.

Llegamos al pueblo siendo recibidos por el fuerte aire, como el abrazo de un viejo amigo al que creiamos perdido. Ilusos fuimos al pensar que lo olvidamos a Madrid, pues aquí nos recibió con las manos abiertas, y decidió acompañarnos en nuestro pequeño viaje.

Comenzamos por el final, ¿qué final? el final de nuestra época.
Sí amigos, hablo de un lugar reciente que está anclado en nuestra senda.
El museo Picasso. Un museo que más que hallar obras de arte, hallaremos algo más profundo que no podríamos encontrar en otro museo. Hablo de la amistad, sé que es extraño leer estas palabras, pero cuando escuchas la historia de este museo te embriaga la calidez de una buena amistad, y de la cual exponen  los recuerdos de ella.









Os cuento un poco de su historia, este museo debe su existencia a la amistad que sostuvo Picasso con su amigo barbero "Arias", a quien le regaló muchísimas de sus obras. Pero si quereis saber más os recomiendo ir allí.
He de confesar que a mí no me gustaba mucho Picasso pero tras ver estas obras, se ha ganado mi simpatía, quizás por ver lo generoso que fue, y por que sus obras no son las famosas cubistas! sino unas que añoran su patria como podeis apreciar.

De este lugar con la calidez del museo fuimos a ver las murallas, con el privilegio de subir a ellas y observar una exposición de armas medievales.
Lo que nos ayuda a comprender más la funcionalidad de la muralla y sus armas para defenderla.
También sientes unos deseos irrefrenables de probar esas armas cual juguetes!








Fuimos privilegiados de ver por dentro el reloj de la torre de la muralla *.* tanto la original como la nueva que es la que está en funcionamiento.

De aquí fuimos a ver la iglesia, que en sus inicios fue gotica, pero después por un incendio tuvo que ser reconstruida en un estilo peculiar, a lo leomudejar. Que como no, palabreja que explico mejor con imágenes.









Eso sí no nos olvidamos de una paradita para tomar algo, y probar si también había algo moderno en el pueblo, y comer como buenos medievos! Cerveza!

Después de habernos llenado la panza fuimos a ver el Castillo de los Mendoza, que como curiosidad fue plaza de toros O.O ahora lo comprobareis.

Pero esto no quita su encanto, porque encierra en él algo mágico que según hemos oido sólo se palpa por las noches.





Y no, no me he olvidado de cómo recogian el agua, que eso es algo que en pocos castillos como este se ve en toda Europa.



Digamos que es como un anexo de la muralla para que en caso de asedio al menos pudieran recoger el agua  mediante cubos y llevarla al castillo.

Tampoco me he olvidado del paseo por la muralla, cómo olvidarse con tal paisaje! quizás estático en el tiempo, solo cambiamos nosotros los visitantes con el paso del tiempo, haciendo que a nuestro paso todo se convierta en un cuento en el que nosotros somos nobles, curas, campesinos, artesanos... que paseamos por las murallas.




Tampoco se me ha olvidado la cruz renacentista que ilumina el ayuntamiento, embrujándonos con su brillo.


Y por último dedicarle a Lozoya, el canto de las nereidas de su embalse, que con su sonido nos creemos Ulises tratando de luchar contra su cruel embrujo precipitándonos para oir mejor.


A la vuelta me estremecí con una caricia, debió ser Lozoya despidiéndose de mi, me hizo embriagarme de su aroma, para que ahora quede bajo su hechizo y vuelva una vez más.

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